En cuanto al habla y las extrañas palabrejas que por estos
lares se escuchan, cabe hacer especial mención y reconocimiento al trabajo de
empoderamiento del lenguaje que aún sigue realizando el colega Miguel de
Cervantes Saavedra. Su obra maestra de la literatura, aquella que prosea las
andanzas del ingenioso hidalgo, proporciona el abono fértil de cultivo de tan
extraordinarios términos que diariamente se acuñan por cientos entre las habladurías
y comentarios de las gentes que habitan La Mancha. Denominaciones, adverbios,
calificativos y gentilicios que no por ser desconocidas y novedosas menoscaban
la compresión de dichas expresiones, pues designan, de manera genuina y exclusiva,
aquellos asuntos elementos. Se trata pues, de una forma de expresión característica,
de un endemismo lingüístico y cultural, una manera de estar en el mundo… se
trata de comunicación al fin y al cabo. Podrían obedecer estos menesteres a ‘aquel
sol que derrite los sesos y hace locos a los cuerdos; aquel horizonte, aquel
suelo sin caminos, y que, sin embargo, todo él es camino; aquella tierra sin
direcciones, pues por ella se va a todas partes, sin ir determinadamente a
ninguna…' como narraba Benito Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales.
Los emisores entienden sobremanera aunque de forma
subconsciente cuál es la razón de ser ultima del lenguaje, su objetivo, su
importancia, su necesidad…esto es, que el acto mismo de la comunicación se
desempeñe. ¿O es que acaso podemos o debemos cotejar estos neologismos con la décima
parte del palmo, como si de tildes diacríticas habláramos? Lo importante y su
razón de ser, el fin último de la comunicación es el mensaje, aunque a veces nos
perdamos con las normas de acentuación ortográficas.
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