Dícese de la disposición del ánimo mediocre manifestada de forma
indiferente siempre desde fuera de la palestra, del currar lo mínimo
indispensable y si es menos mejor, de sobrecargar al prójimo con el trabajo
propio, de pasearse uno como si estuviera haciendo algo, de echar balones
fuera, de ver los toros desde el burdalero (lo contrario a echar un capote y
coger el toro por los cuernos). Dependiendo del oficio también se conoce como el
arte de calentar el butacón o el arte de dar batazos. También es el arte del
desfalco, del fraude localizado y generalizado.
Se trata de una actitud, una ley de vida que seguir a pies
juntillas, como si de una fórmula natural adaptativa se tratara, como si al tomarla como
máxima en nuestra vida obtuviéramos algún beneficio. Beneficio inexistente e
inconcluyente, beneplácito de uno mismo y de la sociedad muchas veces, que
premia el llevárselo freso, el sacárselo gratis, ser el más listo.
Seguro que todos podemos identificar a muchos Petetes en
nuestro entorno, más difícil es reconocerlo en nosotros mismos. La intuición me
dice que se trata de un asunto propio nacional, que forma parte de la marca
España, aunque de esto último no estoy tan seguro… en todos sitios se cuecen
habas.
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