Esta frase bien podría ser
las primeras palabras que pronunciara una mujer ya entrada en años que acudiera
a una consulta especializada en Neurología de cualquier Hospital de nuestro
entorno. Podría tratarse de una mujer de 73 años, sin antecedentes familiares
de interés (aunque ella siempre puntualiza que su abuela ‘’perdió la cabeza a
la edad de 84 años’’), ligero sobrepeso tipo II y no consumidora de alcohol ni
tabaco, con una situación familiar estable, marido y tres hijas (la menor acaba
de ser madre y se encuentra desbordada con la nueva criatura). Las quejas de la
señora son muy concretas: sufre olvidos con frecuencia en su día a día (nombres
y datos que ha procesado hace poco tiempo desaparecen de su mente como si
nada), sin embargo sus familiares no relatan cambios de conducta, ni fugas, y
refieren que reconoce perfectamente a los familiares y amigos cercanos (aunque
a veces no acierte a nombrar a algún
vecino). Finalmente también cuenta que la posibilidad de olvidarse de
algo importante mientras tiene que cuidar a su joven nieto le atormenta.
El especialista se
apresurará a pasarle un test rápido cognitivo (MMSE que muestra un resultado de
23 sobre 24), solicitará test neuropsicológicos, e incluso le pedirá una prueba
de imagen craneal (no vaya a ser que se nos pase algo). Todas las pruebas serán
probablemente normales (como era de esperar dado el resultado del Mini Mental
Test), y en la próxima revisión con resultados (más o menos 14 o 16 meses
después de la primera consulta) así se lo hará saber el neurólogo a nuestra
amable señora, que no saldrá muy convencida de la consulta al no hallar
solución a su problema.
Posiblemente esos olvidos
que tanto preocupan a nuestra señora sean muy normales en la población general,
posiblemente lo realmente alterado es esa capacidad de afrontamiento que todas
las personas tenemos que despertar en nuestro día a día para que hecho
cotidianos, aunque puñeteros, no nos paralicen y afecten nuestra vida
cotidiana.
Ahora bien, ¿es la función del
buen señor neurólogo emplear tiempo de su consulta el intentar cambiar este
comportamiento? ¿Es educación en salud función del médico de familia en
exclusiva? ¿A quién pertenece esta función? Pertenece al médico, sin apellidos,
pues la salud global del paciente prevalece sobre ese ‘’cachito’’ de medicina
en cuestión. Pues se puede ser muy erudito en la materia pero por el contrario
no valer para esto. Esto es estar del lado del paciente, atenderlo, proponer
alternativas a esas premisas que, aunque para nuestro paciente estas parezcan una
verdad absoluta, el medico constata que no son tal.
Para el paciente su verdad
es la enfermedad, mientras que para el medico la verdad son las evidencias y cómo
abordar estas evidencias es lo que un médico debería transmitir a sus
pacientes, no los datos en sí (si bien es importante ofrecerlos, de nada sirven
si no se sabe interpretar).
Secuela:
Un caso parecido es cuando
escuchamos que los niños se portan mal en el colegio porque la educación (al
menos la parte de la educación menos
académica) tiene que ser en casa. ¿Dónde tiene que educarse moralmente? ¿Dónde
aprende uno a saber comportarse?
Quizás esta función
corresponda a toda la sociedad en su conjunto (al médico y al albañil, al
abuelo y a la hermana) y no a los maestros recluidos en centros precarios de enseñanza
pública. A lo mejor esta sociedad está podrida, y es demasiado egosita, hipócrita
y cínica para siempre mirar al otro lado.