En este libro escrito por el psquiatra Norman Doidge se muestra
este órgano tan humano desde una perspectiva biologicista. Trata los temas
neurológicos, entremezclando pinceladas teóricas con la exposición de casos de
pacientes concretos, lo cual hace realmente amena la lectura.
Mecanismos típicamente humanos como las emociones y los gustos,
tienen una base biológica que cada vez es más conocida. El futuro es
prometedor, pero la investigación es lenta. El desarrollo de la ciencia y la tecnología
no ha parado de crecer de manera exponencial en los últimos siglos, es de
esperar que la naturaleza siga mutando y evolucione la especie humana. De cómo
utilicemos este conocimiento y la potencialidad de hacer daño que este conlleva, solo nosotros seremos
responsables.
¿Algún día podremos intervenir farmacológicamente en las
estructuras y neuronas que conforman esa base biológica de una manera efectiva?
¿Entonces podremos jugar a ser Dios y controlar las emociones de
las personas?
Norman Doidge es un psiquiatra,
psicoanalista e investigador que se interesa en este libro por un tema en plena
investigación, en el que se están produciendo avances esperanzadores. Se trata
de la neuroplasticidad, campo muy
reciente en la neurociencia, dado que hasta su aparición imperaba la teoría del
cerebro pasivo inmutable. Doidge lanza la idea de que el cerebro es capaz de
cambiar su estructura y su función a través de la actividad y el pensamiento,
lo cual trae profundas consecuencias.
En el primer capítulo Doidge nos presenta
al investigador Bach-y-Rita, un neurocientífico que basándose en la
neuroplasticidad ha ideado aparatos de sustitución sensorial. Nos habla, por
ejemplo de una máquina con electrodos que sustituye al sistema vestibular, así
como otros artilugios, como una maquina de visión aplicable en ciegos de
nacimiento. También nos cuenta la historia de estos pacientes en concreto, que
nos muestra cómo pueden afectar estos descubrimientos a la vida de los enfermos.
Combate la idea del localicionismo: ‘’una función, una localización’’, defendidas
intensamente en neurociencia tras los descubrimientos de Broca y Wernicke.
Bach-y-Rita es de los científicos que piensa que una zona concreta del cerebro
no tiene por qué estar limitada a una función específica, sino que puede cubrir
otras funciones en caso de necesidad.
Otro de los casos que nos presenta Dodge
es el de Bárbara Arrowsmith Young. Sin lugar a dudas es un ejemplo de superación,
además de haber ayudado al desarrollo de grandes ideas en el campo de la
neuroplasticidad. Se trata de una persona que sufría un déficit de aprendizaje.
Sin embargo esto no frenó su carrera profesional ni afectó a su vida personal,
ya que se superó a sí misma e ideó una serie de ejercicios cerebrales para
potenciar las áreas de su cerebro que estaban afectadas por su retraso. Se
trataba de las zonas encargadas del procesamiento del sonido y el lenguaje, las
relaciones espaciales y la integración de los sentidos, esto es la corteza
premotora izquierda. Bárbara se interesó por la neurología del lenguaje y leyó
algunos autores del como Aleksander Luria. Se dio cuenta de que las
dificultades del lenguaje eran versiones pormenorizadas de los déficits
mentales descritos por Luria, y que el entrenamiento del cerebro ayudaba a
poder hablar de manera comprensible y fluida, leer y escribir. Así pues Bárbara.
Doidge nos habla también acerca de
Michael Merzenich, un brillante investigador que comprobó que los mapas del
cerebro son de orden temporal y que sus límites y funcionamiento pueden
manipularse jugando con el ritmo-temporización de la información que se les
envía. Se apoya en la idea de que las neuronas que emiten señales al mismo
tiempo se asocian hasta formar un solo circuito. Esto le llevó a idear un
programa llamado FastForWord, dirigido a mejorar los procesos mentales de niños
con problemas de aprendizaje. El programa intenta potenciar el componente
visual y temporal del aprendizaje consiguiendo mejoras en todas las áreas. Para
Merzenich, los mapas cerebrales son dinámicos. Nos habla también aquí de que el
cerebro pasa por un periodo crítico en el que es más fácil el aprendizaje, y
que en los adultos por haber pasado ya este periodo es más difícil aprender
nuevas cosas (como idiomas por ejemplo). Los sistemas sensoriales precisan de
un entorno que les estimule en el periodo crítico para que se puedan
desarrollar plenamente, además existen factores de crecimiento neuronal que
ayudan a la creación de estas estructuras cerebrales. El programa FastForWord
se ha revelado como un efectivo’’tratamiento’’ para niños con problemas de aprendizaje.
Acerca de las bases biológicas cerebrales
de la adquisición de gustos y
preferencias sexuales. Según el autor existe una cierta plasticidad sexual.
La conducta sexual no es tan biológica y variable como siempre se ha pensado,
sino que se ve influido por la psicología, las experiencias pasadas y otros
factores. Dado que el hipotálamo y la amígdala son los responsables de los
instintos y de las emociones, recoge la idea de la existencia de plasticidad en
áreas no corticales, ya que según el autor la plasticidad no puede darse de
forma aislada. También en el desarrollo sexual se pasa por un periodo crítico,
que puede dejar traumas importantes si no sigue un buen camino. También nos
habla en este capítulo de la pornografía, en auge en el mundo globalizado, y de
cómo supone una adicción para muchos hombres en la actualidad. Ello conlleva
dependencia, tolerancia incluso síndrome de abstinencia, como todas las drogas.
Además tiene una base neurocientífica e implica cambios neuroplásticos a largo
plazo, incluso para toda la vida.
Doidge nos presenta a Edward Taub, un
investigador que aunque ha pasado por muchas dificultades por el uso de monos
en sus estudios, ha aportado grandes ideas a la neurociencia. Taub desarrolló
una terapia de movimiento inducido
forzado TMIF basándose en la idea de que cuando un mapa cerebral deja de
utilizarse, el cerebro puede reorganizarse de tal manera que otra función pasa
a ocupar ese espacio. Sus experimentos combaten las teorías behavioristas que
aseguran que la mente y el cerebro quedan fuera del comportamiento. Están
enfocados que pacientes que han sufrido derrames cerebrales que hayan dañado su
cerebro puedan reaprender las destrezas perdidas gracias a la práctica masiva
movimientos y acciones relacionadas con estas destrezas. El objetivo último es
producir un modelaje gradual del cerebro de estos pacientes que les ayude a
recuperarse de su enfermedad.
En el libro también se trata el TOC o trastorno obsesivo compulsivo. Se da
en personas que se quedan atrapadas en sus preocupaciones y son incapaces de
librarse de ellas. Estas preocupaciones son ficticias e inevitables para los
enfermos. Parece que el núcleo basal de estos esta afectado, y por eso no
pueden pasar a otro pensamiento, esto es pasar página cuando se ven metidos en
una preocupación. La patología tiene a veces su origen en conflictos sexuales,
de culpa o de agresividad vividos a veces en la infancia. Las conductas
obsesivas tienen la peculiaridad de que cuanto más se practican más las
necesita el paciente, y por el contario cuanto menos las practica, menos las
necesita. Por eso el tratamiento, además de los fármacos que correspondan, debe
ir enfocado a que el paciente se concentre en una actividad distinta y
placentera cuando se dé cuenta de que está sufriendo una crisis de su
enfermedad, para así debilitar los ‘’caminos mentales’’ que utilizan estas
preocupaciones que asolan a los pacientes.
Doidge nos habla esta vez de
Ramachandran, un científico indio que usa la plasticidad para reconfigurar el
contenido de nuestras mentes. Para ello estudia e tema de las extremidades
fantasma y cómo los mapas cerebrales de
ese miembro se encogen y dejan de funcionar correctamente. Inventa la caja
espejo, con la que trata este tipo de patologías. Otra idea que se nos lanza es
que el dolor, al igual que la imagen corporal, es creado desde el cerebro y
desde ahí proyectado al cuerpo. Es decir, que el cerebro controla las señales
dolorosas que sentimos, y varía según psicología, estado de ánimo o
experiencias pasadas. Otros temas que se tratan son el del dolor referido o el
del umbral del dolor. Gracias a Ramachandran, el nuevo tratamiento contra el
dolor usa la imaginación y la ilusión óptica para aliviarlo, configurándose
como una técnica no invasiva.

En este capítulo también se vuelve hablar
de que las partes individuales del cerebro no están dedicadas particularmente a
tareas específicas, sino que funcionan más bien como operadores informáticos
que procesan relaciones espaciales, movimientos y formas gracias a la
información que les llega de los sistemas sensoriales, independientemente del
tipo de información. Esto se relaciona con la idea de darwinismo mental, en el
que el operador más capaz de procesar una determinada información será el
encargado de procesarla.
Otro personaje del libro es el Premio Nobel Eric Kandel, un
investigador que ha hecho descubrimientos importantes en el campo de la
neurociencia. Por ejemplo descubre que el paso de la memoria a corto plazo a la
memoria a largo plazo conlleva una diferenciación fisicoquímica de las neuronas
implicadas. Este capítulo trata sobre el psicoanálisis, esbozando algunas ideas
de Freud antes de meterse en materia. Dentro del cual es muy importante los
recueros de la memoria explicita y de la memoria implícita. La psicoterapia es
como una microcirugía que cambia las redes neuronales, de tal manera que
mediante el psicoanálisis se pueden verbalizar experiencias vividas,
desenmascarar recuerdos de la memoria explícita enmascarados o retranscribir
experiencias de la memoria implícita a la memoria explícita.
También nos habla en este apartado del
sueño, y su importancia para consolidar el aprendizaje y su utilidad en el
psicoanálisis. Esto es porque durante el sueño, la parte del cerebro que
procesa las emociones y los instintos está bastante activa, y por el contario
la parte del cerebro que se encarga de inhibirlos, la corteza prefrontal, registra
menos actividad. Utilizar los sueños en psicoanálisis nos va a ayudar a
desenmascarar recuerdo de la memoria implícita por ejemplo. Según Doidge, las
experiencias traumáticas provocan cambios plásticos a gran escala en el
hipocampo, haciéndolo encogerse e impidiendo la formación de nuevos recuerdos
explícitos a largo plazo. Esto se debe a la acción protectora de las hormonas
del estrés, los glucocorticoides, que destruyen el hipocampo.
Doidge nos habla acerca de los recientes descubrimientos sobre las
células madre. Nos muestra cómo
ratones de laboratorio en determinadas condiciones (en laboratorios de
investigación, con medios enriquecidos…) desarrollan una mayor neurogénesis, alargando
la vida de las neuronas y aumentando la cantidad de neuronas y las sinapsis
entre ellas. También nos cuenta que este proceso se favorece por otros
factores, como nuevos entornos o el ejercicio físico. Esto es debido a que
cuanto más activas están las neuronas, más se fortalecen, según el principio de
‘’do it or lose it’’, o en castellano ‘’lo que no se usa se atrofia’’. Aplicado
a la clínica humana, la neurogénesis aumenta la capacidad mental y puede ser
crucial para el tratamiento de la enfermedad de Alzheimer y otras patologías
neurológicas.
Por último se nos presenta a Michelle, una mujer que nació
sin hemisferio izquierdo. Debido a esto Michelle tiene dañada la visión y los
otros sistemas sensitivos, resultando ser hipersensible a estímulos intensos.
Además carece de pensamiento abstracto, aunque el concreto esta muy
desarrollado, lo cual le proporciona una memoria prodigiosa que compensa en
parte sus otras carencias. Michelle se ha convertido en un gran ejemplo de la neuroplasticidad.
Dado que la plasticidad cerebral le ha permitido a la parte del cerebro
desarrollada, el hemisferio derecho, suplir las funciones de la parte especular
de ésta, es decir el hemisferio del lado. Parece que mecanismo neuronal que más
a contribuido al desarrollo de la función cerebral de Michelle es la
apropiación de la región espejo. Esta idea es de un neurocientífico llamado Jordan
Grafman, que afirma que existe un sistema compensatorio entres los dos
hemisferios cerebrales.
Fuente:
DOIDGE, Norman. El cerebro que se cambia a sí mismo. 2008.
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