EL DOCTOR DON ERUNDINO:
Este caballero es un dandi, un gentleman perteneciente a la
novena generación de médicos reconocidos en la polis, sin duda un personaje
carismático que recuerda a Pedro Sánchez. Comprende y aplica a la perfección el
arte dramático en la consulta, cumple con su papel. Sabe de buena tinta que la
apariencia del doctor es importante, porque modifica la actitud del paciente y
la confianza que deposita en el facultativo. Cómico inigualable, ameniza y
motiva al personal de su equipo. Buen orador, trabajador ordenado y sistemático.
Es conocido y admirado por los pacientes más veteranos. También es admirado y a
veces envidiado por sus colegas, que usualmente piensan que se trata de un
mercenario de ‘los balones afuera’ cargadito de paciencia.
‘Efecto Erundino’:
dícese del efecto apaciguador y tranquilizador que tiene en determinados
pacientes acudir a una consulta especializada. Dicho efecto brota ya de las
interconsultas hospitalarias de la sanidad pública, pero encuentra su mayor
resultado si el paciente susodicho se deja los cuartos.
LA PACIENTE DEL CAJÓN DE SASTRE:
Se trata en la mayoría de los casos de una mujer de mediana
edad, con el peinado parecido al del Elton John de los tardíos 90 aunque teñido
de color llamativo, adornada con abalorios y muestra una vestimenta peculiar, estrafalaria,
incongruente con el estado de ánimo que muestra en consulta. Suele llevar las
uñas pintadas de color vivo. En cuanto a su patología consiste en dolor difuso
osteomuscular de carácter funcional y neurastenia. Presenta síntomas estrafalarios
como ‘frio interior que le impide dormir’ o sensación de hormigueo y ‘carcoma
dentro de los huesos’. En la esfera psíquica vive una agitación maníaca dentro
de su cuadro ansioso depresivo de base. A pesar de encontrarse baja de ánimo
gasta inagotables fuerzas en quejarse sobremanera de las peculiaridades de su
enfermedad. Necesita asegurarse de que está haciendo todo lo posible para
resolver o apaciguar los síntomas de su enfermedad (y que el resto del mundo
también está haciendo todo lo posible). Si para ello es necesario que la
paciente sea examinada por otro especialista docto en raras dolencias,
superlativo y licenciado acudirá de buena gana a una consulta hospitalaria. Se
sumergirá así en un circuito cerrado de todos los especialistas que existan en
el Hospital puedan conocer de primera mano cuáles son sus síntomas e intenten
acertar con el diagnóstico más adecuado. Irá pasando por el médico
rehabilitador, la unidad del dolor, el reumatólogo, el traumatólogo, la unidad
de espalda, la unidad de rodilla, la de hombro y hasta la unidad capilar si su
secretaria estuviera disponible en algún bendito momento para atender al teléfono.
LA PREGUNTA DEL MILLON:
A ver quién es el guapo que se atreve a decirle a esta buena
señora que las dolencias que padece son crónicas, que esto no hay Dios que lo
cure y que tiene que aprender a convivir con ello. Pero ¿Quién se atreve a no
ofrecer alguna solución si tenemos más alternativas de tratamiento? Los
pacientes buscan soluciones así que algo si podemos hacer. Podemos escucharla
comprenderla, ser receptores de todas esas emociones, servir de contenedor de
descarga. Podemos lograr al menos, que salgan de la consulta mejor de lo que han
entrado.
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