jueves, 17 de marzo de 2016

Fibromialgia tipo 3 y Sanidad Hospitalcentrista: Circuitos de ocio desde los Templos de Hipócrates





EL DOCTOR DON ERUNDINO: 

Este caballero es un dandi, un gentleman perteneciente a la novena generación de médicos reconocidos en la polis, sin duda un personaje carismático que recuerda a Pedro Sánchez. Comprende y aplica a la perfección el arte dramático en la consulta, cumple con su papel. Sabe de buena tinta que la apariencia del doctor es importante, porque modifica la actitud del paciente y la confianza que deposita en el facultativo. Cómico inigualable, ameniza y motiva al personal de su equipo. Buen orador, trabajador ordenado y sistemático. Es conocido y admirado por los pacientes más veteranos. También es admirado y a veces envidiado por sus colegas, que usualmente piensan que se trata de un mercenario de ‘los balones afuera’ cargadito de paciencia.

‘Efecto Erundino’: dícese del efecto apaciguador y tranquilizador que tiene en determinados pacientes acudir a una consulta especializada. Dicho efecto brota ya de las interconsultas hospitalarias de la sanidad pública, pero encuentra su mayor resultado si el paciente susodicho se deja los cuartos.


LA PACIENTE DEL CAJÓN DE SASTRE: 

Se trata en la mayoría de los casos de una mujer de mediana edad, con el peinado parecido al del Elton John de los tardíos 90 aunque teñido de color llamativo, adornada con abalorios y muestra una vestimenta peculiar, estrafalaria, incongruente con el estado de ánimo que muestra en consulta. Suele llevar las uñas pintadas de color vivo. En cuanto a su patología consiste en dolor difuso osteomuscular de carácter funcional y neurastenia. Presenta síntomas estrafalarios como ‘frio interior que le impide dormir’ o sensación de hormigueo y ‘carcoma dentro de los huesos’. En la esfera psíquica vive una agitación maníaca dentro de su cuadro ansioso depresivo de base. A pesar de encontrarse baja de ánimo gasta inagotables fuerzas en quejarse sobremanera de las peculiaridades de su enfermedad. Necesita asegurarse de que está haciendo todo lo posible para resolver o apaciguar los síntomas de su enfermedad (y que el resto del mundo también está haciendo todo lo posible). Si para ello es necesario que la paciente sea examinada por otro especialista docto en raras dolencias, superlativo y licenciado acudirá de buena gana a una consulta hospitalaria. Se sumergirá así en un circuito cerrado de todos los especialistas que existan en el Hospital puedan conocer de primera mano cuáles son sus síntomas e intenten acertar con el diagnóstico más adecuado. Irá pasando por el médico rehabilitador, la unidad del dolor, el reumatólogo, el traumatólogo, la unidad de espalda, la unidad de rodilla, la de hombro y hasta la unidad capilar si su secretaria estuviera disponible en algún bendito momento para atender al teléfono.


LA PREGUNTA DEL MILLON:

A ver quién es el guapo que se atreve a decirle a esta buena señora que las dolencias que padece son crónicas, que esto no hay Dios que lo cure y que tiene que aprender a convivir con ello. Pero ¿Quién se atreve a no ofrecer alguna solución si tenemos más alternativas de tratamiento? Los pacientes buscan soluciones así que algo si podemos hacer. Podemos escucharla comprenderla, ser receptores de todas esas emociones, servir de contenedor de descarga. Podemos lograr al menos, que salgan de la consulta mejor de lo que han entrado.



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